Érase una vez un número que se llamaba CERO. Cuando iba al colegio todo el mundo se reía de él porque no tenía ningún valor. Pero un día la profesora necesitaba ayuda, entonces todos se ofrecieron, también el número CERO. La profesora le encontró una utilidad: ponerlo detrás del 1 y formar un valor mayor. Así que nadie se rió más de él.
miércoles, 25 de noviembre de 2009
La historia del cero (Javier)
EL OCHO (Mario)
El 8 era antes como dos ceros rellenos, hasta que un día se hizo portero y ya os lo podéis imaginar: de pararse tantos goles tenía un agujero arriba y en el partido con el Barça le salió otro abajo. El pobre número se tuvo que jubilar porque si uno tiraba por arriba entraba en un agujero y si tiraba por abajo, también. El pobre, desesperado, no pudo hacer otra cosa.
Yo lo compadezco porque el agujero de arriba le dolería, pero con el de abajo...eso sería peor que cruzarse en un callejón oscuro con una panda de caníbales.
Mario Martín Martín (1º B)
El número 3 (José Luis)
José Luis Béjar Cortés (1º B)
El número 10 (Rocío)
Hola, soy el número 10. Os voy a contar cuando me crearon. Fue cuando los humanos empezaron a contar, hace muchísimo, muchísimo tiempo. Mis padres eran el 100 y el 1000, números no muy utilizados y algo aburridos porque no tienen ninguna forma divertida, como otros; el 2, por ejemplo, parece un cisne, el 8 son dos ceros, más chicos que los dos que tiene mi padre, el 100.
La historia del número 3 (Ana)
Carta del 13 para su primo el 9 (Álvaro)
El número 12 (María)
Este número no era un número cualquiera, tenía su parte buena y su parte inconveniente.
María García Sánchez(1º B)
El número 13 (Sergio)
Lo llamaban UNO (Alejandro)
Los números y las letras (Carlos Parrado)
En el colegio los números estaban separados de las letras. Las letras decían que los números eran tontos porque no sabían hablar, pero lo que ellas no sabían era que los números las entendían, por eso sabían lo que decían de ellos.
Un día los números se reunieron para inventar un alfabeto (un secreto: ellos sí sabían escribir). El número siete que era muy listo escribió un papel en el que decía:
"Hagamos un alfabeto basado en los números, por ejemplo 1=a 2=b 3=c y así sucesivamente".
Aunque esta medida no fue la más buena ya que a alguien se le podría haber ocurrido intentar hablar. Hasta eso hubo que esperar al número 1999, que lo probó y funcionó. Así que por eso hoy en día los números no son alfabetos.
martes, 24 de noviembre de 2009
El número 1 (Cristina)
El Cero (Lucía)
Érase una vez el número O que era discriminado por los demás porque era un número que no se nombraba. Siempre se decía "Yo tengo dos ojos" y no se decía "tengo cero ojos". Era muy despreciado: siempre estaba solo, le decían inmigrante o raro o algo como eso. Hasta que un día no fue más discriminado porque los demás dejaron al lado sus diferencias y se dieron cuenta de que todos son distintos.
Lucía Criado Rosas (1º B)
El 1 (Francis)
El 4 (Yasmina)
domingo, 22 de noviembre de 2009
El 13 (Pablo)
EL UNO (Rafael)
El número 1 (Carmen)
El 9 (Juan Antonio)
Juan Antonio Beltrán Cabrera (1º A)
El número 2 (Samuel)
Mi historia trata del número dos. Él siempre era el segundo en todo: siempre llegaba el segundo a clase, era el segundo en sentarse y siempre estaba deprimido. Pero un día se lo contó a su padre, el 22, que le dijo:
-Hijo, no estés triste, que el dos es el primer número par.
Samuel Montero Rodríguez (1º A)
El número 1 (Antonio Jesús)
El número 1 era siempre el primero en todo: en la clase, en la fila de gimnasia, en borrar la pizarra...pero siempre sacaba un 1 y suspendía todas. Ese era su problema: SUSPENDER. Estaba preocupado. Entonces adoptó al 0 y desde ese día aprobó todas las asignaturas.
Antonio Jesús Campos Moreno (1º B)
Los números árabes
Este cuento de Juan José Millás, ilustrado por Forges (de la obra Números pares, impares e idiotas) nos ha servido para realizar una actividad de creación tanto en 1º de ESO A como en 1º de ESO B, en la clase de libre disposición dedicada a la animación a la lectura. La idea era que vosotros mismos colgarais vuestros microcuentos, pero como todavía estamos un poco desorientados con el blog los iré colgando yo. Para ello me tenéis que enviar a mi correo los cuentos y la ilustración escaneada que habéis hecho sobre ese cuento. Todavía podéis hacerlo...
viernes, 20 de noviembre de 2009
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Cambiemos un cuento...
Y también os dejo mi propio ejemplo: una variación sobre Blancanieves. ¡Espero que os guste y que os sirva de inspiración! ¡Ánimo!
Cuando despertó ya no era la misma. Le dio largas a un príncipe bobalicón cuyo beso le supo a sapo y cuyos ojos apagados parecían las ventanas de una triste y solitaria mole. No entendía qué hacía en medio del bosque rodeada de unos hombrecillos minúsculos, machistas, exigentes, malolientes. Ya le habían llamado la atención varias veces por dedicarse a pintarse las uñas y a maquillarse en lugar de fregar o hacer las camas. Así que se había decidido por fin: esta misma tarde se iría definitivamente, pero no sin antes dejarles preparada una última sorpresa, una exquisita tarta de manzana como no iban a comer otra en sus vidas.
Marian De Juan
lunes, 9 de noviembre de 2009
Para escribir entradas en el blog
domingo, 1 de noviembre de 2009
Yo soy...
Bravucona cuando me enfado, buscavidas cuando no queda otro remedio, “boquerona” ahora que vivo en Málaga, bibliófila siempre.
Cinéfila, calurosa y curiosa, “cocinilla” por afición más que por obligación, y callejera: me gusta patear las calles.
Docente, dudosa, dialogante, detallista y desprendida. Y, desde luego, despistada...
Expresiva, estudiosa, frecuentemente entretenida con enredos y dificultades.
Filóloga franca y familiar, fumadora hasta hace unos años.
Gesticuladora, golosa, gruñona a veces, gritona otras.
Hacendosa y humilde heladera durante un lejano verano.
Imaginativa, idealista, independiente, inquieta. Igualmente indecisa, ingenua.
Juiciosa, justa, no tan joven y juerguista como hace unos años, pero sí jovial.
Ligera en el paso, liberal, llorona y, sobre todo, lectora.
Mañosa, “manitas”, minuciosa, mandona un poco y, a ratos, melancólica.
Nadadora cuando puedo, nerviosa y noctámbula.
Ñoña en absoluto.
Obstinada, objetora en circunstancias que claman al cielo, en ocasiónes ocurrente.
Primogénita, présbita, preparada, perfeccionista, polifacética y “peleona” cuando lo creo necesario, aunque siempre pacífica, pelirroja artificialmente, pero sin artificios pelicana, por prudente peco a veces de pardilla.
Quisquillosa, querenciosa con los lugares en los que echo raíces y con las personas que quiero, quijotesca alguna vez que otra, quinceañera en otro tiempo.
Romántica, risueña y resuelta.
Soñadora, sorpresiva, sevillana, sentimental y sensible.
Terrícola temperamental, también trabajadora, talentosa y tímida.
Única, paradójicamente, como todo el mundo.
Voluntariosa, vital y vulnerable.
Xenófoba jamás.
Yeísta, más del Yin (fuerza cosmológica que se manifiesta por el movimiento) que del Yang (fuerza cosmológica indisoluble del yin, que se manifiesta por la pasividad), pero siempre yo.
Zurda y nada zoquete, zángana ni zascandil.